Gran parte de la situación económica de América Latina es producto de su historia, desde el colonialismo hasta la realpolitik neoliberal que deja a muchos de sus países a merced de una economía globalizada. El legado colonial de las llamadas «repúblicas bananeras» se mantiene hoy en día: con economías que todavía se basan en gran medida en las exportaciones de productos básicos, el crecimiento es vulnerable a las fluctuaciones del precio mundial de los productos básicos. Esto deja en desventaja a gran parte de América Latina, donde muchos países todavía están motivados por la precariedad para sostener prácticas de monocultivo para sobrevivir en el mercado global. Los esfuerzos modernos para diversificar pueden aislar contra estas fluctuaciones, siempre y cuando estos enfoques no inciten la ira de los Estados Unidos.
Se estima actualmente que la propiedad extranjera de los recursos en América Latina es de alrededor del 39%. Los intentos de nacionalizar los recursos más importantes para la economía, especialmente el petróleo, tendían a provocar ansiedades en Estados Unidos, a menudo con respuestas brutales de política exterior. El presidente Salvador Allende nacionalizó las minas de cobre en Chile, lo que lo puso en desacuerdo con Estados Unidos, que marcó el comienzo de la dictadura de Pinochet. La nacionalización petrolera se produjo en Bolivia y México en 1937 y 1938 respectivamente, estableciendo un período de tensión con Estados Unidos, tanto con su gobierno como con sus empresas privadas. Esta tendencia continúa, a juzgar por el Review of International Political Economy de 2011, que afirma: «Las recientes nacionalizaciones de hidrocarburos en Bolivia, Venezuela y Ecuador han renovado los debates sobre los peligros de los radicales, populistas […]».
Las sanciones son otro obstáculo que dificulta la estabilidad económica. Las sanciones, directamente relacionadas con la incitación a fuertes caídas de la inversión extranjera, a menudo bloquean los préstamos de instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial, el FMI y el Banco Interamericano de Desarrollo. En la década de 1980, el FMI comenzó a «intervenir» en la formulación de políticas internas, y muchos países del Sur Global sufrieron crisis de deuda alimentadas por el préstamo fácil de petrodólares, recesiones globales y un fuerte aumento de las tasas de interés de la Reserva Federal de Estados Unidos. En medio de la crisis, el FMI ofreció programas de rescate con «condiciones dolorosas y sin precedentes». Entre estas condiciones se encuentran las medidas de austeridad que impidieron el crecimiento económico y que a menudo implican el recorte de fondos para programas sociales esenciales en América Latina. Estas medidas también condujeron a un mayor desempleo y subempleo, menores salarios e ingresos reales y un aumento de la pobreza.
Las personas que sufren bajo estas realidades económicas, con raíces seculares, se quedan con un país que ya no se siente seguro ni estable. Es comprensible que muchos estén motivados a buscar mejores oportunidades en otros lugares, a buscar la estabilidad. A medida que los efectos del cambio climático empeoran las condiciones de vida y limitan y desestabilizan los medios de vida rurales, es probable que las cifras aumenten. Esta inestabilidad económica en América Latina es parte de la larga sombra que proyecta la historia, cuyos efectos ahogan su crecimiento y obstaculizan el bienestar de sus pueblos.
¡mucho cuidado!
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